La estrategia de "residuo cero"

La Alianza Internacional del Residuo Cero (ZWIA-Zero Waste International Alliance) se creó en 2002 para promover alternativas positivas a la opción de vertederos y la incineración de residuos y para sensibilizar a la comunidad de los beneficios sociales, económicos y ambientales que se pueden obtener cuando se consideran los residuos como una base de recursos para fomentar el empleo y crear nuevas oportunidades de negocio.

Ciudades de los cinco continentes están afiliadas a esta iniciativa. En España 17 municipios de Guipúzcoa han adoptado la estrategia de Residuo Cero.

Para la consecución de este objetivo es necesario un alto grado de concienciación ciudadana, un sistema de recogida “puerta a puerta” y un eficiente sistema de valorización en el tratamiento de los residuos.

Hay que aclarar que la denominación de `Residuo Cero´ no es del todo correcta, puesto que siempre tendremos, aunque sea reducido, un porcentaje de rechazos sea cual sea el sistema de tratamiento y valorización elegido. Lo correcto sería llamar a esta iniciativa `Rechazo Cero´ puesto que la actividad humana siempre será generadora de residuos.

Aparte de este tipo de iniciativas voluntarias existe normativa europea, estatal, autonómica y local que marcan objetivos de obligado cumplimiento, objetivos que, como en muchos otras materias, España está lejos de conseguir.

El mayor problema a la hora de conseguir los objetivos marcados por la Directiva 2008/98/CE del parlamento Europeo y del Consejo sobre Residuos (DIRECTIVA MARCO DE RESIDUOS) y los establecidos por la Ley 22/2011, de 28 de julio, de Residuos y Suelos Contaminados, es la falta de trazabilidad en el control del ciclo de los residuos, desde su generación hasta su eliminación.

Al contrario que otros servicios públicos donde este control está perfectamente determinado  mediante la instalación de contadores o el pago anticipado a la recepción del servicio (billetes de transporte), en el caso de los residuos se está aún lejos de conseguir la aplicación del principio establecido en la normativa antes citada; “el que contamina paga”.

Las administraciones con competencias en materia de residuos diferencian dos etapas en el ciclo de gestión de los residuos urbanos tanto en la modalidad de gestión directa como indirecta, en primer lugar la recogida y el transporte y en segundo el tratamiento y la eliminación.

La recogida y el transporte de los residuos urbanos es una cuestión logística de traslado desde el lugar de presentación de los residuos (contenedores) hasta las plantas de tratamiento y eliminación (pasando por plantas de transferencia cuando la distancia es grande). Dentro de los diferentes sistemas de recogida existentes, los que permiten aplicar el principio de pago por cantidad generada son el sistema de recogida neumática y el “puerta a puerta”, que están funcionando con un alto grado de eficacia en determinadas zonas del norte de España y en algunos países europeos. Además de permitir cobrar al ciudadano por los residuos realmente generados, este sistema contribuye a que se consiga una mayor y mejor separación en origen de los residuos, logrando en su conjunto el alcance de los objetivos marcados por la normativa vigente.

El tratamiento y eliminación de los residuos urbanos está sufriendo un cambio de paradigma acorde a los avances tecnológicos que lentamente se van implantando. Frente al sistema tradicional mediante tratamientos mecánico-biológicos con rechazos a enterrar por encima del 50% de lo que entra en planta, se potencia cada vez más la valorización energética de esta fracción hasta la pretensión de “rechazo cero”, o lo que es lo mismo eliminar los vasos de vertido en las plantas de tratamiento y eliminación (vertedero cero).

Diferentes tecnologías están abordando la valorización energética de los rechazos de las plantas de tratamiento, entre ellas podemos citar:

Fabricación de combustibles alternativos:

Hay que diferenciar entre CDR (combustible derivado de residuos) y CSR (combustible sólido recuperado) dependiendo de la tipología del residuo, mezcla de peligrosos y no peligrosos para el primero y residuos no peligrosos para el segundo. Por esta razón el CSR es de mayor calidad que el CDR.

Ambas tecnologías aprovechan parte de la “fracción resto” o los “rechazos” de las plantas mecánico-biológicas para obtener un combustible principalmente destinado a plantas de co-incineración y cementeras.

Se puede conseguir una reducción del rechazo destinado a vertedero del 30%. No obstante, sometiendo estos rechazos a un tratamiento adecuado previo al proceso de fabricación del CSR o CDR, se obtienen unos rendimientos más elevados. La tendencia más extendida consiste en el biosecado, con el que obtendrá un producto con un poder calorífico superior y unas condiciones más homogéneas, de manera que la instalación de CSR o CDR no se vea alterada ante las variaciones estacionales que se producen en los RSU.

Fabricación de biocarburantes a partir de la fracción orgánica de los RSU:

Se entiende por biocarburante aquel combustible líquido o gaseoso utilizado para el transporte y producido a partir de biomasa. Según la Directiva 2009/28/CE se incluyen:

  • Biodiesel: Biocarburante obtenido a partir de plantas oleaginosas (primera generación) y subproductos de la actividad agrícola, restos de podas y fracción orgánica de RSU (segunda generación). Se consigue mediante la transformación  de los aceites vegetales en carburantes por distintos procedimientos, siendo el más habitual la transesterificación.
  • Bioetanol: Se produce usando encimas que hidrolizan la celulosa y la hemicelulosa para su conversión en azúcares que se fermentan y concentran. Para producir una cantidad adecuada de azúcar fermentable a partir de la fracción orgánica de los RSU es necesario un tratamiento previo que homogenice la materia orgánica produciendo una fibra granular limpia.
  • Ecodiesel: Se denomina ecodiesel ya que aprovecha derivados del petróleo contenidos en los RSU además de la fracción orgánica. El proceso tecnológico consiste en un “cracking termomecánico”.

Incineración con recuperación de energía:

También conocida como `Combustión Controlada para Residuos´, se trata de un proceso de oxidación completa de los elementos combustibles de los residuos, principalmente carbono e hidrógeno.

Se lleva a cabo la combustión con generación de vapor en un horno-caldera y la posterior expansión de éste en una turbina convencional acoplada a un generador eléctrico para producir electricidad. De este modo, se reducen un 75% en peso los residuos. El 25% restante se somete a un tratamiento adecuado y puede ser empleado, por ejemplo, en obras públicas.

Biometanización:

Consiste en la producción de un biogás combustible en digestores de fermentación anaerobia que, tras ser depurado, se almacena en un gasómetro para alimentar motores de generación eléctrica. La materia orgánica digestada se estabiliza mediante compostaje (fermentación aerobia).

Desgasificación de vertederos:

Proceso abocado a desaparecer por las previsiones de reducción de residuos biodegradables que se pueden depositar en vertedero según el RD 1481/2001. De cumplirse los objetivos, no habrá suficiente materia orgánica en los vertederos como para permitir el aprovechamiento energético del metano que se pudiese generar.

Para vertederos antiguos la desgasificación es muy conveniente debido al suficiente poder calorífico del gas metano que permite su aprovechamiento energético. Además contribuye a eliminar un gas con una repercusión contaminante muy superior al CO2.

El proceso de desgasificación del vertedero simplemente consiste en depurar el gas para eliminar las impurezas que pudieran ocasionar daños en los equipos de valorización, y seguidamente inyectar el gas en motores de combustión interna acoplados a los alternadores que generan la energía eléctrica. También existe la posibilidad de, una vez ajustadas las características del gas, inyectarlo directamente a las redes de distribución de gas o su utilización como combustible gaseoso, por ejemplo, en flotas municipales de camiones y autobuses.

Gasificación y vitrificación de residuos por plasma:

Gasificación y Vitrificación son dos procesos termodinámicos mediante los cuales, toda la sustancia sólida o líquida a la que, en una atmósfera reductora, se le aporta una cantidad de energía suficiente como para romper los enlaces moleculares, se transforma o bien en un gas de síntesis orgánico de bajo P.C. o bien en una lava fundida que al enfriarse se transforma en un producto vítreo inerte. Los residuos inorgánicos se vitrifican a partir de la lava producida por el plasma. Los residuos orgánicos son reducidos completamente a gas y cristal vitrificado (Slag), que tiene mejores prestaciones que el vidrio reciclado.

Pirólisis:

Consiste en someter a los residuos a temperaturas en torno a los 800-1.100°C para producir una reacción de combustión con déficit de aire. El producto resultante de la reacción es un gas (syngás) compuesto por metano, hidrógeno, monóxido de carbono, nitrógeno, líquidos y un residuo inerte.

Se obtiene energía eléctrica a partir del syngás mientras que los residuos inertes se envían a vertedero o incineración. Los líquidos deben ser tratados en plantas especiales.

Termólisis:

El residuo se somete a temperaturas cercanas a los 400°C en un reactor en ausencia de oxígeno, se produce una destilación de los residuos en la que se genera un gas combustible y un producto carbonado (coque), que puede utilizarse como carbón activo o valorizarse energéticamente como combustible, por ejemplo, en hornos de plantas cementeras.

Es cuestión de tiempo que estas tecnologías se vayan implantando en el territorio como método de abaratar el coste de la gestión de los residuos que todos generamos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *